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Efemérides 06 de Agosto – Bombardeo atómico a Hiroshima

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Final atroz para una guerra que ya estaba terminada

Un día como hoy pero de 1945 se produjo el bombardeo atómico en la ciudad de Hiroshima que mató 80.000 seres humanos en forma instantánea y otros 70.000 durante el mes siguiente. Tres días después se repitió la operación con una bomba letal en Nagasaki donde murieron 40.000 personas en forma instantánea y otras 40.000 en los meses siguientes. Fueron los primeros bombardeos atómicos sobre poblaciones civiles en la historia. Esta atrocidad tiene sus antecedentes.
En 1937 Japón había invadido China, en 1940 había firmado el pacto Tripartito, con Alemania e Italia e integró las potencias del Eje, y en 1941 invadió Indochina. Esta última acción produjo el embargo petrolero de EE UU y el descalabro del comercio exterior japonés. El 5 de noviembre el emperador Hirohito y su gobierno declararon la guerra a EE UU, el 7 de diciembre la aviación y la armada japonesa atacaron Pearl Harbor y al día siguiente EE UU declaró la guerra al imperio nipón.
Un día antes del ataque, el gobierno estadounidense había dado luz verde al Proyecto Manhattan que determinó la producción de las bombas atómicas. Uno de los antecedentes fue una carta de Albert Einstein del 2 de agosto de 1939, dirigida al presidente Franklin Roosevelt, en la que sugería se prestara atención a los estudios realizados por los científicos Enrico Fermi y Leó Szilárd respecto a que el uranio podía convertirse en una importante fuente de energía y permitir la fabricación de bombas de alto poder destructivo.
Gran Bretaña y Canadá ayudaron con sendas investigaciones y el 16 de julio de 1945 se realizó la primera prueba atómica en Alamogordo, Nueva México, EE UU. La explosión fue aterradora, equivalía a 20.000 toneladas de TNT. La sorpresa fue importante. Las dudas de los científicos sobre sus efectos, también. La investigación científica estuvo dirigida por el físico estadounidense Robert Oppenheimer. La dirección del proyecto estuvo a cargo del general Leslie Groves, quien había recibido órdenes del jefe de Estado Mayor estadounidense, James C. Marshall, de buscar objetivos para el eventual lanzamientos de las bombas.
El ejército nazi y el fascismo italiano habían sido derrotados, sus aliados rumanos, croatas, búlgaros y finlandeses, también.
El 9 de marzo la aviación estadounidense había destruido parcialmente la ciudad de Tokio con bombas napalm y un saldo de 80.000 muertos y miles de heridos. Los bombardeos continuaron sobre las ciudades de Nagoya, Osaka, Kobe y Kure, entre otras. El 12 de abril falleció el presidente estadounidense Franklin Roosevelt y lo sucedió el vice Harry Truman. El 26 de julio, en la reunión de Postdam, Truman, Churchill y Stalin exigieron la rendición incondicional de Japón. Dos días después, los japoneses lo rechazaron. El 8 de agosto el ejército soviético inició sus ataques a Japón a través de Manchuria para apurar la rendición nipona.
Truman no esperó y dio la orden de lanzar las bombas atómicas.
A las 8:15 del 9 de agosto de 1945 el bombardero B-29, bautizado Enola Gay, llegó al cielo de Hiroshima y lanzó su tremenda carga sobre la ciudad que iniciaba su rutina. La bomba, llamada Little Boy, medía tres metros de largo por 75 centímetros de diámetro, pesaba 4.4 toneladas, tenía una potencia de 16 kilotones y poseía 64 kilos de uranio-235 que explotaron a 600 metros de altura de la ciudad. Por acción del viento, la explosión se corrió 300 metros del blanco e impactó de lleno sobre el hospital más grande de Hiroshima, la clínica quirúrgica de Shima. Eso implicó la muerte del 93% de los médicos y el 90% de las enfermeras lo que, prácticamente, imposibilitó la ayuda rápida a los sobrevivientes.
El hongo que produjo la explosión se elevó 6 kilómetros y generó una ola de calor de más de 4000ºC en un radio de 4,5 kilómetros a la redonda. Destruyó los edificios hasta un radio de 300 metros y las casas residenciales hasta un radio de 8,5 km. Los habitantes que se encontraban a una distancia de hasta 11 km2, sufrieron quemaduras. Destrucción total, muertes por doquier.
La tripulación estuvo conformada por el coronel Paul W. Tibbets Jr. (piloto del avión), el mayor Thomas W. Ferebee, los capitanes Theodore J. Van Kirk, William S. Parsons (quien armó la bomba durante el vuelo) y Robert A. Lewis (copiloto), el teniente primero Jacob Beser, el teniente segundo Norris R. Jeppson (quitó los dispositivos de seguridad minutos antes del lanzamiento), el sargento Robert R. Shumard, los sargentos Joe A. Stiborn, Wyatt E. Duzenbury y George R. Caron (artillero de cola que lanzó la bomba atómica) y el soldado Richard H. Nelson.
Tres días después se repitió la operación, con otra bomba más letal, sobre Nagasaki. Fue transportada por un bombardero B-29, bautizado Bock’s Car; el artefacto fue llamado Fat Man, fue lanzado a las once de la mañana con una potencia de 20.000 kilotones y generó una ola de calor cercana a los 3900ºC. Devastación inexplicable y muerte extendida.
Solución innecesaria para lograr la rendición de Japón que ya estaba totalmente debilitada y suficientemente aislada. Dio comienzo la era del uso militar de la energía atómica que los poderosos insisten en seguir transitando aunque ese camino nos pueda llevar a la autodestrucción.
Las guerras inventadas para apropiarse de recursos de otros pueblos, las extorsiones generadas por quienes detentan el poder, las desigualdades cada vez más flagrantes, la capacidad de veto de unos pocos gobiernos sobre el resto de las naciones, la explotación irracional de recursos naturales para satisfacer el consumismo de una parte de la humanidad, la apropiación de riqueza que ejecuta el diez por ciento de la población sobre el otro noventa, la manipulación burda ejercida sobre millones de hombres y mujeres para operar sobre su voluntad de decisión o la desidia ante el evidente cambio climático son los peligros actuales que necesitamos superar si no queremos sucumbir como especie.
Hiroshima y Nagasaki son dos ejemplos claros de que algunos seres humanos son capaces de arrastrarnos a caminos de destrucción inimaginable. Ante ellos, no existe la neutralidad.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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