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Efemérides 07 de Enero – Inicio de la Semana Trágica

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Inicio de la Semana Trágica

Un día como hoy pero de 1919 comenzó en la ciudad de Buenos Aires la matanza de obreros e inmigrantes que se conoció como Semana Trágica, que concluyó con una cifra cercana a los 800 muertos, 4.000 heridos y más de 50.000 detenidos y desató una represión xenófoba nunca vista.
Esta masacre tuvo su historia. La ciudad de Buenos Aires ya tenía dos millones de habitantes. Ese verano las temperaturas no bajaron de 30 grados. Mucho calor y mucha tensión acumulada.
El 2 de diciembre de 1918 había comenzado una huelga en los Talleres Metalúrgicos Pedro Vasena e Hijos convocada por la Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos (SRMU), adherida a la FORA anarquista, por aumento de salarios, reconocimiento de las horas y trabajos extras, salubridad en el trabajo. Eran 2500 obreros. Se unieron cansados de las condiciones en las que trabajaban, para mejorar sus magros salarios y por la falta de reconocimiento a sus representantes sindicales.
Los líderes de la huelga fueron Juan Zapetini, secretario general del sindicato SRMU, anarquista y Mario Boratto, delegado de los trabajadores, de formación católica y que no era anarquista.
La fábrica y la administración de la empresa estaba en la manzana de Cochabamba, La Rioja, pasaje Barcala y Urquiza del barrio de San Cristóbal, los galpones estaban en un extenso terreno en la calle Pepirí linderos al Riachuelo, del barrio de Nueva Pompeya. El sindicato, estaba a mitad de camino, en Pepirí y Amancio Alcorta en el mismo barrio.
Los empresarios recurrieron a los rompehuelgas y a civiles armados con permisos de portación otorgados por el gobierno que se nuclearon en el grupo parapolicial llamado Asociación Argentina del Trabajo -que luego degeneró en Liga Patriótica- conformada por militares, empresarios, radicales, autonomistas nacionales y otros conservadores y algunos eclesiásticos de peso. Los trabajadores recurrieron a los vecinos/as que los apoyaron mayoritariamente y a la solidaridad de otros sindicatos como el de marítimos, el de portuarios y el de ferroviarios. Los empresarios se negaron a negociar e incrementaron las provocaciones y la violencia creció.
El 23 de diciembre el rompehuelgas Martín Rodríguez escapó de un piquete obrero que lo descubrió, se arrojó al Riachuelo y murió. La empresa pretendió corromper al delegado Boratto pero al fracasar intentó asesinarlo dos veces, también fracasaron. El 31 de diciembre murió el obrero Domingo Castro, baleado por la policía. El 3 de enero los uniformados balearon el local sindical e hirieron a 3 vecinos. El 4 de enero atacaron de nuevo pero fueron rechazados y murió el cabo Vicente Chávez. El 6 de enero los capataces de la fábrica se plegaron a la huelga.
El 7 de enero a las 15, 30 horas empezó el horror en Pepirí y Amancio Alcorta. Mas de 100 policías y bomberos con fusiles Mauser, rompehuelgas con fusiles y carabinas Winchester -ente los que se encontraba Emilio Vasena, uno de los dueños- y decenas de uniformados apostados en una escuela y la textil Bozalla iniciaron el fuego. Duró dos horas y se dispararon más de 2000 balas.
Se reconocieron cuatro muertos. Todas las muertes ocurrieron en la puerta de sus casas o en la fonda donde comían. Perdieron la vida Juan Fiorini, argentino, 18 años, trabajador de la textil Bozalla, Toribio Barrios, español, 42 años, recolector de basura, Santiago Gómez Metrolles, argentino, 32 años, recolector de basura, Miguel Britos, casado, jornalero. Al día siguiente, murió Eduardo Basualdo, obrero, 42 años. Se reportaron más de 30 heridos.
Después de estos hechos, los empresarios se sentaron con los trabajadores en el Departamento Central de Policía. Ofrecieron un 12% de aumento, jornada laboral de 9 horas y admisión de los que quisieran trabajar. La reunión se extendió y pactaron continuarla el día siguiente en la fábrica. Los obreros fueron puntuales con su pliego: aumento de entre 20 y 40%, prohibición del trabajo a destajo, pago de las horas extras y reincorporación de los despedidos. Los patrones no aparecieron.
El 9 de enero la huelga se generalizó. La ciudad y gran parte del conurbano estaban paralizados. La bronca se hacía incontenible. A las dos de la tarde se inició el multitudinario cortejo fúnebre que llevaría sus muertos hasta el cementerio de Chacarita. Al pasar por la fábrica Vasena se produjo en enfrentamiento armado con los guardias y los dueños. Los muertos fueron llevados a un local socialista. La marcha continuó y al llegar a la iglesia de Corrientes y Yatay hubo otro enfrentamiento y más muertos. Finalmente, a las 17 horas llegaron al cementerio. Pero ante el primer discurso, irrumpieron a los tiros integrantes de la policía y el ejército y comenzó otra matanza.
La huelga, las barricadas y las movilizaciones continuaron. La represión salvaje también. El ministro de Guerra, Elpidio González, se hizo cargo de la policía y se convocó al general Luis Dellepiane, comandante militar de Buenos Aires, para movilizar sus fuerzas a la ciudad. El 10 de enero se desató el llamado “terror blanco”. El objetivo fue matar “rusos” (como se llamaba a los judíos), bolcheviques, anarquistas y, ante la impunidad alcanzada, se extendió a cualquier obrero/a.
Se consumó así el único “pogrom” conocido en territorio americano bajo la excusa de un supuesto complot internacional. Las “razzias” se concentraron en el barrio de Once (en menor medida, en Villa Crespo). Se liberó la zona y comenzó la orgía de detenciones, muertes, violaciones, humillaciones y saqueos que duró tres días. En ese contexto, surgió la conocida frase “yo, argentino…” con que las víctimas suplicaban para no ser asesinadas.
A pesar del terror desatado por las fuerzas militares y los parapoliciales, la huelga general continuó. No habían logrado quebrar la solidaridad obrera. Finalmente, el gobierno decidió enviar un representante a la asamblea de obreros metalúrgicos que sesionaba ese 13 de enero. Ofreció una negociación en la que se obligaba a llevar a la patronal. La invitación fue aceptada por la asamblea. La comisión de los obreros que fueron a la Casa Rosada estuvo compuesta por: Juan Zapetini, Mario Boratto, Marcelino Gammi, Jesús Lacambra, José Boca y Fidel Calafati. Por la empresa fueron los hermanos Vasena y su representante legal y director, el senador radical Leopoldo Melo.
Los empresarios aceptaron todas las reivindicaciones obreras: aumento del 20 al 40% según las categorías, jornada laboral de 9 horas, pago de las horas extras y reincorporación de los despedidos. El gobierno se comprometió a suprimir la presencia provocadora de las fuerzas represivas y a respetar el derecho de reunión. El 14 de enero se acordó el levantamiento definitivo de la huelga y que los trabajadores de la fábrica Vasena retornarían a sus tareas el lunes 20 de enero.
Durante los días subsiguientes hubo nuevas “razzias” en la ciudad y enfrentamientos entre la policía y los vecinos y trabajadores indignados por los que se había vivido. Los poderosos no superaron la derrota y pretendieron provocar una nueva rebelión. No lo lograron aunque la bronca era grande.
La huelga triunfó a un precio muy alto. Fue una victoria enorme, tanto como el dolor que produjo. Llenas de soberbia por la impunidad de esos días, las fuerzas represivas habían anunciado que darían un escarmiento que se recordaría durante 50 años». No duró tanto tiempo. Durante los 25 años siguientes a esta masacre el pueblo trabajador se resignificó, acumuló nuevas luchas y utilizó nuevas estrategias. Pero no olvidó las enseñanzas de la Semana Trágica.
En 1945 protagonizó jornadas multitudinarias que le dieron identidad al subsuelo de la Patria sublevada. Apoyaron un proceso político que abrazó sus reivindicaciones pero obligaron al gobierno instaurado en 1943 a legalizar sus pedidos antes de las elecciones. Primero: salario mínimo, vital y móvil, aguinaldo, indemnización por despido, vacaciones pagas. En paralelo, campaña electoral y, finalmente, triunfo popular en los comicios de 1946 para legitimar nuevas conquistas. Son derechos que logramos sostener a pesar de los vaivenes de nuestra historia. Son los que más valen la pena.
Salú a los/as que luchan, a los que tienen paciencia, a los que saben detectar los momentos más favorables para conquistar derechos permanentes, a los que creen en la felicidad de las mayorías!!

Ruben Ruiz
Secretario General 


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