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Efemérides 09 de Septiembre – Toulouse-Lautrec

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El pintor de los cabarets, circos y prostíbulos de París a finales del siglo XIX

Un día como hoy pero de 1901 se despedía Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec-Montfa, pintor, litógrafo, grabador y cartelista francés, que retrató con inusitada libertad el mundo bohemio y sórdido de la belle époque parisina e impulsó el uso de la cartelería como herramienta de publicidad y comunicación pública.
Nació en 1864 en el castillo de Albi en el seno de una familia aristocrática francesa. Sus padres eran el conde Alphonse de Toulouse-Lautrec-Montfa y la condesa Adèle Tapié de Celeyran, quienes entre sí eran primos hermanos.
Probablemente, la consanguinidad de sus padres, lo predispusiera genéticamente a padecer una extraña enfermedad llamada picnodisostosis, cuya característica es la ausencia de una enzima llamada la catepsina K y sus síntomas visibles son una gran fragilidad ósea, baja estatura, mentón poco desarrollado, manos y pies cortos, cráneo largo y ausencia de cierre de la fontanela anterior.
No obstante, su infancia fue feliz en un marco donde convivía con hermosos paisajes y comodidades de todo tipo, práctica cotidiana de deportes y una inclinación temprana por el dibujo. Su tío, el conde Charles de Toulouse-Lautrec, lo estimuló para perfeccionar sus habilidades pictóricas. Desde pequeño tuvo una deformidad visible. Su cráneo se expandía y los maxilares inferiores tenían un desarrollo ostensiblemente menor. En 1868 sus padres se separaron y Henri quedó al cuidado de su madre. En 1873 se mudaron a París.
A los 10 años comenzó a sufrir los primeros síntomas internos de la enfermedad. Entre los 13 y 14 años sufrió dos caídas violentas y se fracturaron sus dos fémures. Sus piernas se atrofiaron y ya no creció en altura. Medía 1,42 cm y convivía con un desproporcionado cuerpo de adulto. En esa época su madre lo llevó a tomar baños termales a los Pirineos en un intento de mejorarle la salud. Fue en vano.
Regresados a París, su madre, insistió que Henri se preparara para rendir el examen de ingreso al bachillerato. Pero él insistía en estudiar dibujo. Finalmente, ganó la partida. Comenzó en el taller de René Princeteau, amigo de la familia y pintor de temas militares y ecuestres. Luego ingresó a la academia de Léon Bonnat y, más tarde, a la de Fernand Cormon, donde conoció a Émile Bernard, Louis Anquetin y Vincent van Gogh.
Llegaba al taller rengueando y apoyado sobre un bastón. Se ubicada en el lugar que le habían destinado, apoyaba sus manos en el taburete, saltaba y se sentaba con sus diminutas piernas colgando. Los otros alumnos quedaban paralizados. Él imponía actitud de normalidad y generoso buen humor. Su dolor lo ahogaba con su madre cuando regresaba a su casa. Fue estoico y cultor de la vida social.
En 1885 abrió su propio taller en el barrio de Montmartre. Fue vecino del pintor Henry Grenier en cuyo estudio trabajaba Edgar Degas. Grenier y su esposa introdujeron al joven Henri en el circuito nocturno de Montmartre (el Moulin Rouge, el Gato Negro, el Moulin de la Galette, el Élysée Montmartre, Le Mirliton). Comenzaba otra etapa de su vida.
Se relacionó con artistas e intelectuales (los pintores Van Gogh, Bonnard, Gauguin, Degas, Wilette, el escritor irlandés Oscar Wilde, la cantante Yvette Guilbert) y se aquerenció en la vida nocturna y bohemia de ese quartier tan emblemático de París. Rechazado en los salones de la aristocracia aquí pasaba desapercibido y era bien tratado. Los cabarets, los circos, los cafés, los teatros y los prostíbulos se constituyeron en su medio ambiente, en el lugar donde se transformó en cronista social, en el espacio que le deparaba infinitas escenas y personajes.
Influenciado por la intensidad de las estampas japonesas (ukiyo-e) y por la luminosidad y la captura de la realidad inmediata de los impresionistas sobre los objetos, fue creando su identidad pictórica. Vendía sus dibujos a periódicos y revistas, ilustraba libros e incursionó en la cartelería para los locales donde frecuentaba.
De a poco se fue alejando del impresionismo. Sus pinceladas cada vez más espontáneas se acercaban con naturalidad a los personajes que pintaba y se aproximaba más a la fotografía. Abandonó la luz de los paisajes y trabajó con espesura la luz artificial de los lugares cerrados. El aire caricaturesco se emparentaba con la pintura oriental. Desde 1886 exponía en los cabarets. En 1888 en el Moulin Rouge expuso “En la caballeriza del circo Fernando”. Ya era un personaje de ese mundo noctámbulo.
Su pulso era más frenético y preciso. El recorte de las figuras por los bordes se imponía. El movimiento de los gestos adquiría volumen. La densidad de la atmósfera nocturna se destacaba. La combinación de óleo y acuarela en dosis exactas comenzaba a ser su sello pictórico. El rojo y el verde ganaban por los palos. El trazo grueso y definido y los encuadres innovadores impactaban. Las bailarinas, las prostitutas, la hipocresía de los burgueses, los personajes grotescos pero profundamente humanos, coparon la parada. Se consolidaba el posimpresionista.
Su vida se emparentó totalmente con el contexto que le permitía generar arte. Se enamoró de varias bailarinas, el alcohol fue parte de su existencia en dosis inenarrables, las noches en los burdeles fueron moneda corriente, el desenfreno y lo marginal lo acompañaron tanto como su pintura.
Sus obras expresaron esa vida veloz, mundana y reveladora de aspectos comunes. “La lavandera”, “La bebedora”, “El salón de la rue des Moulins”, “Las dos amigas”, “L’abandon”, “En la cama: el beso”, “Baile en el Moulin Rouge”, “La inspección médica”, “La payasa Cha-U-Kao”, “Mujer en su baño”, “El inglés en el Moulin Rouge”, “La pelirroja con lusa blanca”, “En el Moulin de la Galette”.
Simultáneamente, crecían sus carteles para los salones de baile y su impronta litográfica se destacaba en el barrio de la desmesura. “Moulin Rouge: la Goulue”, “Reina de la alegría”, “Ambassadeurs: Aristide Bruant en su cabaret”, “Diván japonés”, “Jane Avril: Jardín de París”, “Babilonia alemana”, “La pasajera de la cabina”, entre otras. Figuras estilizadas, síntesis gestual y mayor definición de las formas que acercaba el mensaje, aparición de los amarillos y pasteles.
La promiscuidad y el alcoholismo hicieron su trabajo. Había contraído sífilis y había sufrido varios episodios maníacos, depresiones y neurosis. En 1897 sufrió un ataque de delirium tremens y se enfrentó a unas arañas imaginarias a los tiros dentro de su casa. Posteriormente, sufrió la parálisis de sus piernas y en una parte de su tronco superior. En 1898 sufrió un ataque en el que se creía perseguido por la policía y se refugió en la casa de un amigo. Al año siguiente, intentó suicidarse con metileno y su madre lo internó en una clínica de recuperación por su avanzada adicción etílica.
En esos meses realizó 39 pinturas, su motivo de inspiración fue el circo y profundizó en el estudio de la luz artificial coloreada. Luego de unos meses de internación lo autorizaron a retirarse del nosocomio bajo el cuidado de su madre. Se mudó al Château Malromé. Sufrió nuevos ataques. Decidió ir a su estudio ubicado en Arcachon, ordenar su taller, firmar las obras que le parecieron de valor artístico y preparar una posible exposición.
Retornó al Château Malromé pero su salud empeoró. Tuvo un nuevo derrame cerebral y luego de sufrir una apoplejía expiró en su cama a las dos y cuarto de la madrugada.
Minusválido, apasionado, marginal, talentoso, símbolo de la bohemia, retratista de la espesura nocturna, del exceso y el dolor humano, humorista grotesco de los límites.
Salú Toulouse Lautrec!

Ruben Ruiz
Secretario General 


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