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Efemérides 25 de Marzo – Hugo Midón

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El juglar de una infancia diferente

Un día como hoy pero de 2011 se despedía Hugo Midón, actor, director, compositor y docente argentino que puso en otro nivel público al teatro infantil, impulsó su masividad y revolucionó la comedia musical en nuestro país. Varias generaciones de chicos/as disfrutaron sus obras o acudimos en calidad de padres en compañía de nuestros hijos/as y nos sorprendimos por el tratamiento ético y estético de lo expuesto en los escenarios. Temáticas cercanas, crítica social sin adoctrinamiento arrogante, humor y fantasía, poética cuidada, puesta en escena de calidad.
Nació en Valentín Alsina, provincia de Buenos Aires pero a los pocos años se mudó con su familia al bajo de San Isidro. Hijo de Francisca y Agustín, director de teatro aficionado en los clubes de barrio. Los arroyos, las ranas, las calles sin dueño a la hora de la siesta, los títeres, las fiestas callejeras, los amigos del barrio, el río, fueron su entorno.
Ingresó a un curso de teatro en la Escuela Municipal de San Isidro y en 1964 inició su carrera en el Instituto de Teatro de la UBA. Finalizó sus estudios en 1966 y al año siguiente debutó en los tablados como profesional junto a Patricia Stokoe. Fue con Los caprichos del invierno, una obra escrita y dirigida Ariel Bufano que alteró el estilo tradicional de teatro infantil.
En esa época se cruzó con el músico Carlos Gianni y fluyó una mística común. La sencillez fue su marca para reflejar situaciones desopilantes, dolorosas, bellas, para descifrar misterios, para apelar a historias próximas u objetos cotidianos que hacían verosímiles sus obras. Apostaron a la inteligencia, demostraron personalidad y desarrollaron un lenguaje doble que le hablaba a los niños/as sin subestimarlos e incluía a los grandes sin infantilizarlos.
En 1970 Hugo Midón estrenó su obra La vuelta manzana que permaneció diez años en cartel. Nicolás, el espantapájaros que intenta buscar un trabajo mejor, recorre el barrio, conoce personajes estrafalarios y diferentes oficios, cree aprenderlos y fracasa sin solución de continuidad hasta que ayuda a sus vecinos a combatir el hollín y encuentra su destino.
Continuó con Pajaritos en la cabeza, Juan de los caminos y Sorpresas. Escenografías mínimas y funcionales, intentos para vencer a la formalidad y la rutina con abstracción y fantasía, apelación al juego, la lectura y la imaginación. De golpe, la dictadura y la larga noche de terror.
Fue la hora de extremar los símbolos y llegó Cantando sobre la mesa con, “Cabello de ángel”, “Fideo fino” y “Panzotti” que transformaban unas mesas en medios de transporte y acercaban canciones alusivas a los lugares lejanos que visitaban. Después fue El imaginario con ese par de periodistas que buscaban primicias, entrevistaban a personajes delirantes y llegaban al filo para el cierre del diario. Humanidad, valores, libertades personales. Demasiado para el universo de esos militares que prohibieron la obra.
El regreso de la democracia nos trajo Narices, una obra en forma de ópera para festejar su recuperación y que estaba pensada para toda la familia. Unos años más tarde nació una de sus obras inolvidables: Vivitos y coleando. La emoción que producían esos payasos cantando:
“Te veo bien,
estás siempre buscando.
Te veo bien,
vivito, vivito y coleando”
Ellos/as sabían qué cantaban. Nosotros/as sentíamos que era un acto de justicia poética esa canción que revalorizaba la búsqueda de sentido después de traspasar la dictadura y estar ahí, “vivitos y coleando”. Los pibes/as felices con el ritmo, los grandes de festejo. Ilusión y memoria.
Fueron tres capítulos que nos convocaban una y otra vez. Intercaladas, nacieron Popeye y Olivia, El gato con botas y Locos recuerdos. Más tarde, El salpicón, y Oliver y Hardy. En 1999, otro golazo: La familia Fernándes, esa graciosa disección de los roles parentales. Madre, padre, hija guardiana de su muñeca, hijo preguntón incansable, tía (adicta a la televisión) en situaciones absolutamente reconocibles. La importancia de la tenacidad, la solidaridad y la firmeza para vencer a la precariedad.
En plena debacle del 2001 nos ofreció otra obra para el recuerdo: Huesito Caracú, ese gauchito sensible y duro a la vez que peleaba contra el poder personificado en “Cocorito” y que no renunciaba a encontrar su gran amor. Zambas y chacareras en medio de la llanura inmensa como trasfondo para escenificar esa pelea de Huesito y sus padres contra la empresa Tragaluz que pretendía dejarlos en la oscuridad, no extender el tendido eléctrico y entablar la polémica por el potencial valor de la tarifa.
Alguna proximidad con el momento actual en la Argentina del siglo XXI…?
El final de sus obras fue a toda orquesta. La ópera Hansel y Gretel (en el Teatro Colón), El grito pelado, Derechos torcidos, Graves y agudos, Un cierto concierto, Playa bonita. Al mismo tiempo creó el Centro de Formación Teatral “Rio Plateado” del que surgió una camada de nuevos actores y comediantes que nutrieron la cartelera de teatro y televisión.
Elevó la calidad del teatro infantil no solo con sus textos y su cancionero popular sino que incorporó un enfoque profesional inédito para el rubro hasta ese momento. Puestas en escena novedosas, integración de grandes escenógrafos, coreógrafos, vestuaristas, actores, actrices, titiriteros y la inclusión de técnicos de relevancia. Teatro para chicos/as con ojo adulto.
Renovador del teatro infantil, juglar ingenioso, ilusionista con los pies en el barrio, imaginador todoterreno, crítico sutil, creador de espacios lúdicos inesperados. Un diferente.
Salú Hugo Midón! Por tu capacidad de soñar mundos insólitos con elementos de la vida cotidiana, por tu apuesta a la libertad y la imaginación, por tu original manera de permitir que chicos y grandes nos sumergiéramos en el indescifrable terreno del juego.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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