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Efemérides 28 de Enero

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Zora Neale Hurston

Un día como hoy pero de 1960 se despedía Zora Neale Hurston, antropóloga, escritora y folclorista estadounidense, pionera de las escritoras de raza negra en su país y figura central del llamado “Renacimiento de Harlem” (período que se extendió entre principios de 1920 y finales de 1930 en el que resurgió la música, la danza, la pintura, la escultura, la literatura, el teatro, la moda y la política de la comunidad negra, cuyo centro de operaciones fue el barrio neoyorquino cuando todavía no existía el término afroamericano).
Nació en 1891 en Notasulga, estado de Alabama. Muy pequeña se mudó con su familia a Eatonville, estado de Florida, primer pueblo totalmente afroamericano incorporado a la administración gubernamental de EE UU después de la Proclamación de Emancipación firmada por Abraham Lincoln y dirigido por la comunidad negra. Ese contexto, influyó decisivamente en sus investigaciones antropológicas y en su obra literaria.
Hija del predicador bautista, carpintero y agricultor John Hurston, uno de los primeros alcaldes de Eatonville y de Lucy Ann Potts, docente de escuela primaria que falleció cuando Zora tenía 13 años. Sus estudios primarios los realizó en una escuela local pero a partir de la muerte de su madre su vida se complicó. Su padre se casó nuevamente y envió a su hija al cuidado de otros familiares. Estuvo en un internado de Jacksonville.
Regresó a Eatonville porque su familia no podía pagar la mensualidad de la institución y comenzó a trabajar como empleada doméstica y camarera en varias localidades del estado de Florida. En 1917, con 26 años, se inscribió en la división de colegios de la Universidad Estatal de Morgan en Baltimore, para terminar sus estudios secundarios. Fingió su edad y declaró tener diez años menos.
Se recibió y en 1919 se matriculó en la Universidad de Howard, de Washington DC, donde tuvo como profesor de filosofía e inspirador a Alain Leroy Locke, impulsor del arte estadounidense e ideólogo del “Renacimiento de Harlem”. Allí publicó su primer relato: -John Redding Goes to Sea (John Reading se hace a la mar). Trabajó como peluquera y manicurista pero su carrera se vio truncada por serios problemas económicos. No obstante, su primer escrito llamó la atención de futuros compinches de la cultura.
En 1925 obtuvo una beca para estudiar antropología en el Barnard College, dependiente de Universidad de Columbia del estado de Nueva York, donde trabajó y fue discípula de Franz Boas, el “padre” de la antropología norteamericana. Llegó con un dólar y cincuenta centavos en su bolso, sin familiares ni amigos. Se graduó en 1928 y fue parte del renacer cultural negro.
Rápidamente, su departamento neoyorquino se transformó en un lugar de encuentro de escritores y artistas como los poetas Langston Hughes, Claude McKay y Countee Cullen o la actriz y cantante Ethel Waters. Se consolidaba el “Renacimiento de Harlem”, que dio un salto de calidad con la publicación de The New Negro, antología de ficción, poesía, ensayos sobre el arte y la literatura africanos y afroamericanos editada por Alain Locke.
En esa época Zora tuvo su primer éxito literario: el relato corto A Journal of Negro Life (Un día de la vida negra). Regresó a Eatonville y, gracias al aporte económico de su mecenas Charlotte Manson, realizó un profundo estudio de campo en su pueblo y en lugares recónditos de los estados de Florida, Luisiana, Misisipi y Georgia donde recopiló canciones, historias, tradiciones y proverbios de la sabiduría popular de la mano de una gran cantidad de originales cuentacuentos que transmitían la rica tradición oral existentes en esas regiones.
Producto de esa investigación publicó en 1935 una serie de artículos, una colección de folclore y un libro emblemático para la antropología estadounidense: Mulas y hombres. Un año después obtuvo una beca de investigación Guggenheim. Viajó a Jamaica y Haití para estudiar las costumbres religiosas y el estilo de vida de esos negros libertos en el Caribe inglés. Vivió allí más de dos años. Experimentó la práctica del vudú, descubrió que las mujeres haitianas cumplían escrupulosamente el precepto que indicaba que los martes y los sábados las mujeres no debían rozar la piel de un hombre elegido por Erzulie Freda, diosa pagana del amor, participó de las cacerías de jabalíes, comió los platos tradicionales como el jerked pig.
Sus experiencias se plasmaron en una obra llena de precisiones etnográficas, poesía, humor, crítica política y misticismo africano. Lo tituló Dile a mi caballo. Al mismo tiempo, publicó la novela Sus ojos miraban a Dios, su obra más difundida, no exenta de polémicas. Su estilo para describir los sufrimientos de las mujeres afroamericanas y la defensa de su papel independiente en la sociedad sureña y, especialmente, la prosa respetuosa de los dialectos y formas de expresión de los negros del Sur profundo y del Caribe inglés fue considerada como una subestimación, a pesar del realismo y musicalidad que derramaban sus personajes.
A finales de la década de 1940, vivió en Puerto Cortés, Honduras, donde investigó la travesía de la ascendencia africana pluriétnica de la región y las culturas criollas.
Su obra ficcional fue tan profusa como la publicación de sus investigaciones. Los seis pedacitos dorados (1933, La vid de calabaza de Jonás (1934), Moisés, hombre de la montaña (1939), su autobiografía Marcas de polvo en el camino (1942), Seraph on the Suwanee (1948), Lo que los hombres blancos no imprimirán (1950), entre otras.
Sus posiciones políticas también su sumieron en la polémica. Se opuso a la vertiente izquierdista que monopolizó el “Renacimiento de Harlem” y se reivindicó como republicana. Se enfrentó al clasismo urbano que existía en la propia comunidad negra respecto a sus hermanos de raza en el mundo rural. Se apartó del vanguardismo de la época.
No describió a la raza negra solo como sufriente. Tomó la idea de reflejar a un “nuevo negro”, orgulloso de su raza y sus raíces y amplió esa visión incorporando a las mujeres en contra de la opinión de algunos de sus colegas. También se animó a retratar a su pueblo en sus vicios y virtudes, en su genialidad y sus limitaciones, reivindicó el habla popular de los negros del sur olvidado y fue una fiel descriptora del universo en el que vivían.
Tampoco fue condescendiente con los blancos. “Sé que la mentalidad anglosajona es de violencia. La violencia es su religión. Con violencia han ganado todo lo que tienen, y por ella es que no respetan ningún otro valor… si nosotros decidimos que queremos un cambio sustancial, hemos de hablarles con las mismas armas”, le escribió en una oportunidad a su amigo Countee Cullen.
Murió pobre y “eficazmente” olvidada. Trabajó como docente y empleada doméstica hasta sus últimos días pero nunca dejó de escribir. En la década de 1970 su obra fue redescubierta y revalorizada con una pasión que la estableció como una de los íconos de la cultura negra.
Polémica, audaz, provocadora sin filtro, independiente en momentos sumamente difíciles, hermosa, alegre, cultora del jazz y del blues, investigadora pertinaz, escritora todoterreno.
Salú Zora Hurston!!

Ruben Ruiz
Secretario General 


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